Frasco de la calma

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Mindfulness desde la cuna 😉

La inteligencia emocional es una habilidad que se adquiere y nosotros podemos guiar a nuestros hijos a conocer y gestionar sus propias emociones desde muy pronto.

Libros como Inteligencia Emocional de Daniel Goleman y El Cerebro del Niño de Daniel J. Siegel analizan, desde la psicología el primero y la neurociencia el segundo, nuestros procesos emocionales, trayendo mucha luz al complejo mundo de las rabietas.

El frasco de la calma, basado en las ideas de María Montessori parece un juego, pero enseña indirectamente al niño a encontrar su equilibrio interior por medio de la observación y la abstracción. Queda genial en una mesa de la paz y además es una actividad muy divertida que pueden hacer ellos mismos con un poco de ayuda.

¿Por qué funciona?

Somos imitadores natos, las neuronas espejo nos hacen aprender imitando a los demás. Sabemos que los bebés aprenden a regular su respiración, latidos y temperatura sincronizándose con fuentes externas a sí mismos, mediante el «piel con piel», y según van creciendo van necesitando modelos para aprender a identificar y gestionar ellos solitos lo que sienten. Os dejo, para los que no lo conozcáis -y aunque no tenga mucho que ver directamente (que sí indirecta para el que sepa conectarlo…)- con el Dr. Nils Bergman, creador del método canguro, explicando el alcance a largo plazo del piel con piel:

 

Nosotros, los papis, somos su principal modelo a seguir a la hora de gestionar emociones difíciles… Es una gran responsabilidad, y aunque no siempre estemos a la altura aprendemos de ello e intentamos mejorar. El frasco de la calma puede sernos de gran ayuda para mostrarles visualmente cómo auto-regularse y respirar hondo en un momento de tensión, enfocando la atención en una sola cosa. En los tiempos que corren de descontrol y exceso de información, plantar semillas de autoconocimiento, concentración y mindfulness es un regalo para nuestro hijos que les acompañará para toda la vida.

Qué necesitamos para hacer nuestro Frasco de la Calma:

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  • Un tarro transparente con tapa. Originalmente es cristal, pero puede hacerse con un plástico de calidad por seguridad
  • Pegamento de purpurina
  • Purpurina seca de distintos colores y formas, a gusto personal
  • Agua hirviendo
  • Vasos de cristal transparente para mezclar colores
  • Colorantes alimentarios o acuarelas
  • Glicerina o un jabón/champú líquido transparente que no haga mucha espuma

Pasos 

  1. Elegimos el color de base del agua y echamos unas gotas de colorante o acuarela en un vaso (mejor con agua hirviendo ya) hasta que encontremos el color que queremos (podemos usar la actividad para jugar a las mezclas de colores tambien!). Os recomiendo hacer unas cuantas pruebas antes de decidir, para encontrar una combinación que nos guste con las purpurinas y que no sea demasiado oscura, para dejarnos ver por dentro del tarro. Hay algunas purpurinas «modernas», con muchos reflejos de colorines, que destiñen al cabo de unos días y enguarran bastante la mezcla. Si quereis un resultado duradero lo mejor es hacer la prueba antes, o la purpurina de toda la vida, metalizada y gordita al tacto, aunque tenga menos destellos de colorines.
  2. Echamos pegamento de purpurina en el tarro, aproximadamente 1/3 de su capacidad.
  3. Añadimos un poco de agua coloreada, lo bastante caliente para que disuelva el pegamento. Los que uséis un frasco de plástico, tened cuidado de que no se derrita!
  4. Removemos bien para disolver todo el pegamento (un palillo chino desechable va genial si no queréis manchar cubiertos de pegamento).
  5. Añadimos una cucharada de glicerina o jabón y removemos de nuevo para integrarlo. La glicerina y el pegamento densifican el agua y hacen más lento el movimiento de la purpurina (aquí también podemos hacer experimentos explicándoles a lo niños la diferencia)
  6. Ponemos en el frasco las purpurinas secas que queramos. Una mezcla de texturas creará distintas velocidades de caída.
  7. Removemos a ver si nos gusta. Ajustamos cantidades de purpurina si nos parece poca…
  8. Llenamos de agua hasta que rebose la espuma y quitamos el exceso pasando algo liso a ras de la embocadura. Si queda espuma echamos más agua coloreada para que salga,
  9. Ponemos la tapa. Si es un corcho, lo apretamos bien que coja liquido y se expanda para sellar. Si es otro tipo de tapa se puede pegar con pegamento líquido, de pistola o sellar por ejemplo con teflón para evitar fugas… incluso podemos hacer el vacío al baño maría como si fuera una conserva, nivel avanzado jaja.

calming jar (tarro) frasco de la calma con purpurina de mamá extraterrestre DIY

Presentación del juguete 

Lo ideal sería explicarles cómo utilizarlo con antelación, en un momento tranquilo que estén bien receptivos, por ejemplo así:

  • Cuando el frasco está tranquilo, nada se mueve. Está en PAZ
  • La purpurina, al agitarse, materializa el tornado de emociones interno que sentimos cuando nos enfadamos. TORMENTA. Puede servirnos para externalizar con movimiento (pero con respeto, sin romperlo) cómo nos sentimos.
  • Dura un rato a toda velocidad. Así estamos nosotros por dentro…
  • Fuera de control. GRRR!!!
  • Pero va ralentizándose y cayendo poco a poco. Respiramos y observamos cómo se tranquiliza todo.
  • Nos metemos dentro, nos fijamos en los brillos, ponemos la vista borrosa y nos dejamos llevar por el movimiento. Estamos dentro!
  • Observamos, sin intervenir, cómo cada vez va mas lento, hasta la quietud total. Nuestra respiración lo sigue.
  • Está todo quieto de nuevo. Vuelve a la PAZ.

Que la calma os acompañe…

0 Respuestas

  1. Qué bien explicado!
    Nosotros tenemos de varios colores pero en botella de plástico 🙂

  2. Desde que vi uno quiero hacerlo, pero pensé que es para niños mayores. Desde cuando le interesa al bichillo?

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